De ruta por Tallin en una mañana (Estonia)

Christian Andersen vivió en Estocolmo, pero bien pudiera haberlo hecho en Tallin. Esta ciudad de Estonia es un cuento hecho realidad. El único «pero» que tiene es la invasión de cruceristas a la que está sometida casi a diario, que convierte esta villa medieval en un gran hormiguero de cámaras de fotos, un laberinto empedrado por donde corretean turistas ávidos de fotografiarlo todo.

El crucero que lleva a Tallin vende excursiones y transporte hasta el centro, pero contratarlo es tirar el dinero, ya que el puerto está a a penas un kilómetro de la ciudad. Antes de salir del puerto, además, hay una tienda de souvenirs donde regalan planos y un cartel bien grande te indica los sitios más importantes que deberías ver.
Siguiendo el flujo de un grupo asiático, y tras pasar por una misteriosa estructura en cuya escalinata Rocky Balboa hubiera sido feliz, en cinco minutos llegamos andando al primer monumento, la torre redonda de Margaret.
que_ver_en_tallin_3La corriente seguía después hacia la derecha, pero nosotros preferimos seguir la ruta extramuros por la izquierda, callejeando por lugares que nos parecerían más tarde desiertos ante el poco transito que tenían comparado con el centro.

 

que_ver_en_tallin_30Tras tomar un café en una cafetería muy chula, llegamos a la puerta Viru con sus dos torres cónicas escoltadas por una pareja de músicos rubios. Esta entrada al casco antiguo de Tallin huele a primavera. Un sinfín de puestos de flores dan la bienvenida en este lado de la ciudad. Tras deleitarnos con su fragancia, caminamos despacio descubriendo el casco antiguo.

Vimos después la catedral Alexander Nevsky, ortodoxa, uno de los pocos vestigios del comunismo ruso en la ciudad. Según cuentan el templo iba a ser demolido y contaba con orden expresa para tal fin pero finalmente se optó por dejarla en pie. Las colas para ver su interior son bastante largas y está prohibido hacer foto y video.

Justo enfrente se encuentra la sede del gobierno, edificio con una fachada cuanto menos llamativa al estar pintada en rosa. La siguiente parada fue la catedral de Santa María, un edificio blanco donde es famoso el árbol que tiene en un lateral -no recordamos su historia-. A pocos metros se llega a la iglesia-museo de San Nicolás, y prosiguiendo por la calle Kullasepa llegamos a la plaza del Ayuntamiento.

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que_ver_en_tallin_13En una de sus esquinas hay un monumento nacional que no es ni más ni menos que una antigua farmacia. Tras sugir sus escaleras, en su interior hay una habitación que muestra las estanterías viejas, antiguos microscopios y útiles de la profesión, así como tarros con ungüentos y potingues raros con bichos de ancestrales propiedades curativas (como dragones y miniaturizados cocodrilos).
Antes de salir, a mano derecha de la farmacia, hay una tienda de antigüedades y souvenirs. En ella se encuentra casi lo que se quiera de la II Guerra Mundial y del ejército soviético, así como del tiempo en que Tallin formó parte de la Madre Rusia. También hay otras cosas como cascos romanos, matriuscas, sellas, monedas y billetes extinguidos.
Nada más salir hay que ir al centro de la plaza. Si no te sale al paso ningún caballero medieval retándote a un duelo, puedes quedarte un rato embelesado en la panorámica que te envuelve por completo.
Hay un edificio que parece una enorme iglesia, que es el ayuntamiento. En él hay también un museo, como en casi todas las casas. que_ver_en_tallin_6En su lugar, optamos por entrar a una cervecería muy famosa llamada Olde Hansa en la que te teletransportas en una jarra de cerveza a los tiempos del medievo.
Su interior es oscuro, pues la luz que ilumina cada mesa y cada estancia es de vela. Una rubia de buenas carnes vestida en la época de Ivan Joe te recibe para guiarte hasta la gran Jefa, quien con un traje similar te indica asiento y entrega la carta de bebida y comida más chula del mundo.
La cerveza es cara pero el ambiente merece la pena. Disfrutamos de una «rubia» normal y otra con canela y tomamos rumbo al barco dejando de nuevo que nuestros pasos nos llevaran a rincones de cuento, como el pasaje de Santa Catalina.
Verdaderamente es una pena que el crucero partiera tan pronto dando apenas una mañana para descubrir esta ciudad. Si en vez de salir a las 2 de la tarde lo hiciera a las 6… Nos quedamos con tantas ganas que vamos a buscar los vuelos que alguien dijo volaban los fines de semana a Tallin. Sin duda, seguro que ésta cambia cuando los cruceristas desaparecen y cae la tarde sobre sus callejuelas de leyendas…

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