
Tiempo de Castañas. Asar «Calbotes» en Montemayor

Castañas asadas. Es el sabor del otoño, del invierno, de Madrid con frío, de mi infancia. Tengo las castañas tejidas en la mente con recuerdos de mi abuelo, de mi madre y de mi hermano. El siempre fue un incansable asador de castañas. Ella jamás se ha podido resistir a comprar un cucurucho en cualquier puesto de calle. Y con Saúl disfruté de una memorable pirotecnia casera al querer imitar al abuelo metiendo en un horno un generoso puñado sin darles antes el corte… BOOOM, BOOOM, BOOOM… Hasta voló el paño que pusimos encima cuando las liberamos del aparato tronador.
Pese a todo, nunca he ido a recoger castañas. Una pena cuando parte de mis orígenes está en un castañar: el antaño Señorío de Montemayor del Río.
Dicen que no se puede entender esta tierra sin el castaño. Los Caminos del Paraíso (folleto del lugar) explica literalmente que «más que un árbol es un dios proveedor a quien se venera y cuida con mimo, fundamental en una dieta de supervivencia y base durante siglos de las principales industrias de la villa». Hoy, como comprobamos este verano, lo de la principal industria está aún vigente con 15 artesanos de cestería entre sus menos de 400 habitantes.
Pero el tiempo de castaños no era entonces, sino ahora. Los frutos están al alcance de la mano para ir a recogerlos al tiempo que uno se deja llevar por un paisaje que muda colores a diario.
