Escocia en una Semana

Escocia una semana

Escocia huele a cerveza, a hierba, a espadas, a piedra, a galletas, a mar y a whisky. Además tiene la luna más grande del mundo. Tuve tiempo de ver y oler todo eso porque viví allí un año. Por eso, cuando regresé de vacaciones una década después, intenté no solo verlo todo por primera vez con ojos de turista (muy diferentes a los de estudiante-camarera-limpia hoteles), sino enseñar esas esencias a mi compañero de viaje, a quien contagié las ganas de volver. Nuestro viaje fue entre final de agosto principio de septiembre y tuvo más días de sol de los que nunca había visto. Dicho esto, he de decir que también es un buen lugar para ir a pasar el año nuevo. El verde pasa a ser blanco, los edificios más grises y negros, hace un frío que pela y a las cuatro de la tarde es de noche, pero uno se olvida de todo eso si puede presenciar, el 29 de diciembre, la procesión de las antorchas, en la que cientos de escoceses con sus kilt (faldas) bajan desde el castillo por la Royal Mile. Es como un desfile de los clanes ancestrales…

Nuestro itinerario:

Día 1: Llegada a Edimburgo por la mañana. Visita al Castillo y recorrido por pubs de la Royal Mile

Día 2: Recogida de coche de alquiler. Viaje a las Tierras Altas. Paradas en: Castillo de Blacknees; mansión Callender House en Farlkirk (y búsqueda de la muralla roma,na de Antonino); Estatua de Robert de Bruce (Stirling); Monumento Nacional a Willilam Wallace y Castillo de Stirling; llegada al Bed&Breakfast cerca del Lago Ness.

Día 3: Batalla de Culloden; Castillo de Urquart (Lago Ness); Castillo de Elian Donan Castle; rumbo a Ballachulish para hacer noche, disfrutando del paisaje (Glenfinnan Viaduct).

Día 4: De las Tierras Altas a St.Andrews y noche en Edimburgo.

Día 5: Máximo partido al «Edinburgh Pass». Visitamos: Cámara OscuraGladstone’s LandWritters’s Museum, casa de John Knox, Tour guiado sobre el lado oscuro de Edimburgo; visita a pubs curiosos.

Día 6: EdimburgoMuseo Público de Escocia (impresionante), Holyrood park y Athur’s Seat, Calton Hill, ruta guiada nocturna sobre historias de fantasmas y brujas.

Día 7: Perfecto para visitar capilla Rosslyn y Portobello

Día 8: Regreso a casa

Atardecer especial en Edimburgo
Atardecer especial en Calton Hill, Edimburgo

Día 1. Edimburgo y su castillo

Una semana es poco para ver Escocia, de ahí que nuestro plan pasara por dedicar un primer día en Edimburgo, partiendo al día siguiente  hacia las High Lands (Tierras Altas). Para ello (muy importante), reservamos un mes antes, desde España, un coche de alquiler. Esta opción no sólo es muy útil para ahorrar bastante, sino para no quedarse uno sin coche o viajando en una furgoneta de mudanza.

En la red hay interesantes buscadores para reservar el coche. Nosotros buscamos en Internet una oficina local que conocí hace años, cuando me tocó recorrer las heladas Highlands en un furgón con mi hermano. No solo resolvimos el tema coche antes de pisar Edimburgo. También lo hicimos con los alojamientos de la escapada al norte (en verano no es tan fácil encontrar habitaciones libres, como si lo es en invierno si se va parando a preguntar de pueblo en pueblo). Resuelto transporte y alojamiento en Escocia antes del viaje, pudimos aprovechar al máximo el primer día de nuestra llegada a Edimburgo.

Al centro, desde el aeropuerto, llegamos en autobús (útil comprar return ticket). Nos alojábamos cerca de la Royal Mile, en el piso de estudiantes donde vivía mi prima. Tras dejar las maletas, fuimos al castillo.

Gaitero en el Castillo interior castillo edimburgo castillo edimburgo

Cementerio Perros Castillo EdimburgoEntrar en esta fortaleza es lanzarte a la esencia de la ciudad, no sólo por ser un pedazo de su historia, sino porque el castillo tiene una panorámica fabulosa de Edinburgh. Para verlo uno necesita al menos 3 horas (ojo, en verano cierra a las 18 horas, más tarde que en invierno). Como al día siguiente íbamos a las tierras altas, en la oficina de tickets del castillo compramos la “Explorer Pass”, un pasaporte que te permite entrar gratis a un montón de castillos, palacios y lugares históricos (lista) 

Cuesta 28 libras (solo la entrada sencilla al castillo de Edimburgo cuesta 14, lo que hace una idea de lo que merece la pena), y te van sellando el “pasaporte” en cada castillo, lo que no deja de tener su encanto. Además, para comprarlo no hace falta esperar la larga cola de las entradas normales.

cañon del castilloDentro del castillo fotografiamos cada lugar, menos los cañones, ya que como fuimos a finales de agosto, estaban protegidos, rodeados de la pólvora que dispararían para el gran día de los fuegos artificiales que ponía fin al afamado festival de verano de la ciudad, que la inunda de forma salvaje… (por ello es mejor, tras verlo un día, regresar cuando ha pasado para evitar la multitud).

La atalaya, cuya entrada custodian los dos héroes escoceses (Wallace y Bruce) cuenta con paneles que explican cada rincón. Tiene cafetería, donde sirven uno de los mejores cafés de la ciudad (no saben lo que es un cortado, con lo que basta pedir un expresso y luego un poco de leche). Y una casa del gobernador y el siempre llamativo cementerio de perros (de los canes de los líderes de la unidad), que muestra el respeto que los escoceses tienen por estos compañeros de cuatro patas. También es digno de ver el Museo de la Guerra, que da una idea de como han marcado al país las dos contiendas mundiales en las que ha participado. Un factor este que llevó a levantar también aquí otro edificio dedicado a la memoria de los soldados escoceses caídos. No deja indiferente, quizá porque al parecer una iglesia, llama la atención ver vidrieras en las que se ven soldados armados del siglo XX en vez de escenas religiosas.

Tras el castillo, bajamos la Royal Mile hasta el pub The Hub, ubicada en un edificio que parece un anexo de la catedral. De ahí, nos dirigimos hacia George IV Brigde, hasta el Elephant bar, famoso por ser en el que, supuestamente, Jk Rowling creó “Harry Potter” a base de horas enteras escribiendo ahorrándose la calefacción de casa a cambio de consumir un té. Allí cenamos algo y terminamos la noche en un pub cercano a nuestro alojamiento, el Tolbooth Tavern, en la parte baja de la Royal Mile.

De todos modos, pubs no faltan por esta zona, donde las pintas son generosas y sientan la mar de bien, sobre todo si se piden “tostadas” (se llaman “ale”) o negras (se piden como una “guiness”). Las “rubias” (“lager”) son bastante flojillas y además se sirven temperatura ambiente, lo que las chafa aún más.

Día 2. Wallace, Bruce y las HighLads

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Lo primero que uno debe tener en cuenta al organizar un viaje en coche por Escocia es que el tiempo estimado que hace Google para el recorrido es erróneo… al menos para quien no conduce habitualmente por la izquierda ni está habituado a carreteras sin arcenes. Es decir, que si el tiempo estimado es una hora, hemos de calcular al menos hora y media. Dicho esto, nos levantamos bien temprano y nos fuimos a la estación, en los bajos de Princess Street, para ir en cercanías hasta la oficina donde alquilamos el coche, muy próximo a un enorme Tesco (como un Carrefour), donde compramos provisiones para el camino antes de partir (provistos de mapas que nos bajamos de Internet).

La ruta la decidimos siguiendo la pista a los sitios incluidos en librito que daban con el pasaporte histórico. Nuestra primera parada fue el castillo de Blacknees, a escasos 15 minutos de Edimburgo. Se trata de una fortaleza con forma de barco a los pies de un lago con bruma tras la cual se ve el puente que lleva a la capital. El lugar no es muy visitado y pudimos intercambiar opiniones con el encargado (y único empleado) de la tienda, un británico jubilado parcialmente que pasaba su tiempo libre en el sur de España.

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De Blacknees continuamos en dirección a Falkirk y Stirling disfrutando del paisaje, dejándonos llevar. Intentando no perder detalle nos encontramos en el enorme palacio de Linlithgoow en mitad de un pequeño pueblo. Sus ruinas, junto a un lago idílico, son imponentes, de hasta cuatro alturas (se puede subir hasta la superior pese a estar semiderruido). Fue la residencia favorita de las soberanas Stuardo.

Junto al palacio hay una iglesia medieval. Según dicen, de las más importantes del Reino Unido y la más bonita de Escocia. Su historia se narra en folletos en español que entrega dentro el párroco. Entre sus curiosidades, que el templo fue usado como caballeriza por Cromwell y su preciosa  vidriera de 12 lenguas de fuego que representan a los apóstoles…

Vidriera de la iglesia de  Linlithgoow (foto: R.López)
Vidriera de la iglesia de Linlithgoow (foto: R.López)

Tras Linlithgoow continuamos camino hasta Falkirk, donde visitamos Callendar house, una mansión del siglo XIV ubicada junto a un parque enorme donde están los restos de la muralla romana de Antonino. Eso sí, solo merece la pena buscarlos a quienes amen los árboles y los romanos, pues apenas queda de ella un montículo y un panel envejecido y sucio.

IMG_2931muralla romana de Antonino

Seguimos hacia Stirling, al monumento a William Wallace. Antes de llegar paramos junto a la estatua del último rey escocés que se rebeló, Robert The Bruce (que está donde plantó su estandarte contra los ingleses). No había gaitas, pero parecían escucharse a lo lejos.

R.Bruce

En Stirling visitamos el monumento nacional erigido al héroe, a  Wallace, y subimos los 246 escalones que separan la entrada de donde mora su espada… (en agosto cierra a las 18 horas, y el resto del año una o dos horas antes).

Su estatua y su espadawallace. Escocia una semana

Después fuimos a ver el castillo de Stirling, que cierra hasta el 30 de septiembre a la misma hora.  No vimos el palacio principal por estar en obras, pero aún así el castillo es lo suficientemente grande como para dedicarle hora y media. Además aprovechamos para tomar el último cafecito antes de volver a coger el coche. Por cierto, las vistas desde el castillo son fabulosas, y desde él se divisa, en lo alto de una colina, el monumento al héroe escocés.

Stirling. Raquel

Regresamos cansados al coche. Si no hubieramos reservado ya un Bed&Breakfast cerca del lago Ness, hubiéramos dormido en otro por allí. En Callender, por ejemplo, un pueblo entre medias, vimos un montón de este tipo de establecimientos, aunque todos tenían colgado el «completo». Así que seguimos las más de 3 horas de camino…

Pasamos por Fort William, recorrimos un oscuro Lago Ness, y tras pasar donde supuestamente estaba el castillo de Urquart (de noche no se ve nada), tomamos el desvío a nuestro Bed&Breakfast de lujo. De lujazo: camas enormes con colchones comodísimos, cocina americana dentro de la habitación, televisor con DVD, y un baño limpio, coqueto y con bañera. Los dueños, muy majos, nos dejaron además elegir películas para ver en la habitación. Otra cosa es que las viéramos… nos quedamos dormidos después de engullir los últimos sándwiches que preparamos por el camino, algunos hechos de una ensaladilla que venden en los supermercados que está buenísima, de huevo duro y mayonesa, que pega con todo lo que le pongas.

Fotos del Bed& Breakfast… por dentro y por fuera

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Día 3. El lago Ness y los clanes

A las diez y media salimos de nuestra agradable morada tras un sanísimo y abundante desayuno que hace que uno aguante hasta la tarde sin tener que parar a comer. A la luz del día la granja donde nos hospedamos era mucho mejor aún de lo que imaginamos por la noche. El Bed&Breakfast (great glen farm house) era un lugar de lo más coqueto, envuelto de la hierba verdísima que alimentaba a sus ovejas y vacas escocesas, tan encantadoras como sus amos. De tener más tiempo, hubiera valido la pena quedarse allí al menos un día más.

A cinco minutos en coche pasamos a ver donde se libró la mítica y sangrienta batalla de Culloden. Páramo que dejamos para llegar, en una media hora, al castillo de Urquart, el del lago Ness. En el castillo estuvimos más o menos dos horas (es bonito ver el paisaje, recorrer las ruinas e interesante ver la película que ponen junto al centro de visitante que hay en la entrada, que puedes ver con subtítulos en español).

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Por cierto, sobre el monstruo legendario he de decir que es casi imposible que exista, pues de hecho, este lago es uno de los que menos vida hay en sus aguas de todo el mundo. Casi ni plancton. Pero ya se sabe que esto es como las meigas… dicen que  haberlas haylas, así que no está de más estar atento a las sobras y olas extrañas que se divisan desde tierra…

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Tras otra hora y media en carretera, llegamos al castillo de Elian Castle. La bomba. Es un lugar mágico, de los que quitan el hipo nada más verlo de lejos. En él se grabó una escena de “Los Inmortales”, aunque no la de la lucha. Aquí os dejo el ENLACE.

 Elian Castle

Hoy día “Elian Donan Castle” es propiedad de una fundación privada, por lo que su entrada no estaba incluida (como los otros lugares visitados) en el “pasaporte”, pero merece rasísimo verlo. Además, con lo que sacan de las entradas reforman y mantienen la fortaleza.

Nuestra idea era salir desde allí hacia la isla de Sky, pero viendo las horas que estábamos echando en el coche, y las que nos quedaban, tomamos rumbo al sur, dejando esa zona para otro viaje.

Pasamos por un sitio llamado Shield Bridge donde tomamos un café y compramos souvenirs. Y por Fort William, que no tiene nada de especial, y atravesamos despacio su entorno para disfrutar de los paisajes, fotografiando desde la montaña más alta de Escocia (Ben Nevis), hasta el puente que se ve en la peli de Harry Potter (Glenfinnan Viaduct). Cuando el sol aún no había empezado a decaer llegamos a The Ballachulish Hotel, donde habíamos reservado (con antelación) una habitación.

hotel ballachulis hotel en ballachulis

hotel en ballachuish

vistas desde el vater

Dormir allí era como hacerlo en un pequeño castillito, con sus torrecitas y su enclave perfecto a orillas de un lago. El hotel, de hecho, tiene su historia. Abierto en 1814 dicen que hasta la reina Victoria pasó a tomar el té. Nos dieron una de las mejores habitaciones, la de la torre sur. En este punto he de confesar que jamás me he sentado en un váter con mejores vistas…

Tras dejar nuestras cosas nos relajamos tomando unas pintas en la terraza, contemplando las vistas del lago, sobre el que discurre un puente de hierro. Con las cervezas nos animamos y bajamos a cenar en el restaurante del hotel. Pedimos un Hightlands Cottish pie, que era carne picada con puré de patata encima y vegetales (muy rico), y tallarines con salmón. No faltó el postre y el vino (éste último, aunque era bueno, iba embotellado a rosca, allí ya no usan corcho!!).

Completamos el homenaje con dos copas de esas que te miden el alcohol que te sirven en un vaso que parece de chupito…

Día 4. Hacia el wisky y St Andrews

en ruta highlands

Tras un desayuno con mucho mejorable (sobre todo teniendo en cuenta que era un hotel con encanto), partimos a St Andrews (en la otra punta). Tomamos la carretera A82, que parece hecha para el anuncio de BMW “te gusta conducir”. Durante kilómetros y kilómetros uno solo ve montañas y parajes sin habitar. De cuando en cuando, el arcén se amplía para que la gente pueda estacionar y hacerse una foto en medio de esa ruda naturaleza (hasta las excursiones de un día que venden en Edimburgo para conocer las Highlands tienen “photostop” aquí). Sus montañas relatan también las luchas de los clanes, y sus traiciones… da tiempo a recordarlas en las dos horas y media que se tarda en ver una ciudad.

Ésta sería Perth, en cuyas afueras se encuentra el Huntintower Castle, una fortaleza compuesta por dos altas torres que dicen tiene unas pinturas muy interesantes en su interior… que no vimos. Nos quedaba mucho trecho aún hasta St.Andrews, un lugar que volvería a dejarnos sin habla.

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st.Andrews

Las paredes intermitentes que restan de la catedral de St.Andrews, sobre el acantilado, son impresionantes. Pasear entre ellas, entre sus tumbas, anima a imaginar su esplendor pasado. Nos gustó tanto el lugar que pasamos en el pueblo el resto de la tarde, perdiéndonos la abadía de Arbroath, donde puede verse la declaración por la que en 1320 los nobles escoceses juraron su independencia de Inglaterra (y cuya réplica compramos en el monumento a William Wallace), y la tumba del  rey Robert de Bruce, en Dumferline (de camino a Edimburgo), que estaba cerrada (desde las 16 horas).

Dos apuntes más sobre St.Andrews: Uno, sus habitantes usaron las piedras de la vieja catedral para hacer sus casas, como en España se tomaron las de muchos yacimientos romanos para hacer iglesias. Y dos, su playa es en la que se rodó Carros de Fuego… ah! si, hay un tercer apunte… en su universidad se conocieron los principitos ingleses, Guillermo y Kate Middleton (quien fue también a un cole local).

Cementerio, y a lo lejos la playa de Carros de Fuego
Cementerio, y a lo lejos la playa de Carros de Fuego

Puente de Edimburgo

Regresamos a Edimburgo con el tiempo justo para devolver el coche, y tras coger de nuevo el tren de cercanías para ir al centro de la ciudad, dejamos los bártulos y nos fuimos a tomar unas pintas por ahí, coronadas por una cena en el Mc.Donalds de Princess Street, y terminamos con la última cerveza en el pub que había cerca de “casa”, el Tolbooth Tavern.

tolboothtavernEl pub también tiene su historia. Está en lo que fue durante siglos la “tolbooth” (casa del pueblo o de la ciudad) que servía de cárcel de peaje a quienes entraban en sus muros, de salón de reuniones y de palacio de justicia en las distintas ciudades escocesas. En el caso de la de Edimburgo se construyó en 1591 y separaba al burgo de la puerta de la ciudad Canongate. En ella está ahora The People’s Story Museum y la taberna, el “pub”, abierto en el siglo XIX.

 

Día 5. De la milla real a los pubs de George St.

En nuestro quinto día compramos la “Edinburgh Pass”, que costaba 29 libras, con la que se puede entrar a varios sitios interesantes de la ciudad. Sólo tiene dos inconvenientes: no incluye el transporte público, como pasa por ejemplo con la Lisboa Card, y los lugares cierran pronto, con lo que a partir de las cinco o seis de la tarde la ruta se acaba… aunque entonces pueden empezar las guiadas, tematizadas sobre leyendas y lados oscuros de la ciudad.

La Royal Mile desde la Cámara Oscura  Iniciamos el recorrido en lo alto de la Royal Mile, en la Cámara Oscura. Si no estuviera incluida en el pase no hubiéramos entrado, pero fue interesante ver el mecanismo por el que se puede ver la panorámica de toda la ciudad a través de espejos que la rebotan en una mesa con forma ovalada. También en su exterior, junto a la bóveda, hay unas vistas estupendas de la Royal Mile. Por lo demás, nos saltamos las otras plantas que igual son interesantes para niños.

Bajando la calle llegamos a Gladstone’s Land, uno de los típicos edificios del casco antiguo, que reproduce la tienda y la casa de un comerciante del siglo XVII. Y de ahí visitamos the Writters’s Museum, dedicado a escritores escoceses como Walter Scott (que escribió el gran “Ivanhoe”), J.K.Rowling (Harry Potter), Irvine Wels (Tranispoting), J.M. Barrie (Peter Pan), Arthur Conan Doyle (Sherlock Colmes) o Robert Louis Stevenson, creador de La isla del Tesoro y Dr.Jekyll y Mr.Hyde. Esta última novela inspirada además en la historia de un cerrajero de Edimburgo que robaba en las casas de sus clientes con copias de las llaves y que  terminó muriendo en una horca fabricada por él mismo (según nos relatarían en una visita guiada nocturna).

Escribiendo en la casa de J.Knox

La siguiente parada fue la casa de John Knox. Construida en el siglo XVI, Knox fue un reformista considerado padre del Protestantismo en Escocia. Su vida y obra puede verse en esta casa-museo.

Después iniciamos uno de los tours incluidos con la tarjeta, que nos enseñaba los secretos de la Royal Mile.

Gracias a la guía descubrimos la llamada “cruz del mercado”, donde se ejecutaba a la gente y se le imponía castigos físicos. A escasos metros de ella, está el corazón empedrado que cubre el suelo, lugar donde los escoceses escupían para tener suerte, como hacían los antiguos presos de camino a la cárcel municipal.

Punto de tortura

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La catedral de Sant Gile también está en la Royal Mile, y tras ella, en el insulso aparcamiento del parlamento, sobre la plaza número 23, hay una placa que pasa desapercibida. Indica que bajo ella hay alguien enterrado, y por si esa pista no es suficiente, frente a ella, en la parada de la catedral, hay una minúscula corona… pero ningún nombre.

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Hace mucho me contaron que se trataba de un rey caído en desgracia. En la última ruta, dijeron sin embargo que se trataba de un héroe local cuyo castigo fue no tener una tumba decente, y que se apiadaron de él años después colocando la corona. De vuelta a casa, como me había picado la curiosidad, busqué quien podía estar ahí enterrado, y para mi sorpresa encontré que fue John Knox… a no ser, claro, que alguien diga lo contrario.

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el pub del haggis, Black Rose

En el librillo del Edinburgh Pass había ofertas y descuentos en la ciudad, entre los que encontramos una degustación gratuita de comida típica escocesa, que quisimos catar tras la ruta. En el local indicado no sabían nada de eso, y llamaron al encargado, que tenía a su vez otro pub en la calle paralela a Princesa Street, Rose Street. El encargado dijo que pasáramos por ese otro local, The Black Rose, donde nos serviría la degustación. Para nuestra sorpresa, nos puso dos platazos de “haggis” con verdura y puré de patatas que estaban buenísimos. Nos gustó tanto que en España seguimos comprando de vez en cuando haggis (embutido tradicional escocés) para hacerlos como hamburguesas en casa, con puré. (Los venden congelados en “los carrefur”). Por cierto, tampoco os olvidéis de probar el shortbread, las galletas típicas escocesas, de mantequilla.

Tras la “comida-cena”, aprovechamos que estábamos en ese lado de la ciudad para visitar algunos pubs que me dejaron impresionada la primera vez que los vi en mi etapa de estudiante:

  1. El Jekyll & Hyde, donde uno no encuentra el baño tan fácilmente como podría llegar a pensar, sobre tod si lleva alguna pinta de más.
  2. The Dome, donde te sientes como si te tomaras una cerveza en la sala de un palacete francés. Construido en el siglo XVIIl a iniciativa del Colegio de Médicos, que encargó a quien planificó la zona nueva de la ciudad, James Craig, el proyecto, el lugar terminó en manos de los bancos por su sobrecoste, en las que estuvo hasta la década de los 90 que la compró la empresa que hoy la explota como pub, restaurante y lugar donde organizar eventos.

Noche sobre la estación de Edimburgo

Día 6. Bobby y el lado oscuro del interior del South Bridge

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Tras amanecer tarde y tomar un desayuno contundente partimos a pasear llegando al Museo Público de Escocia. Es gratis entrar y para nuestra sorpresa, tiene de todo. Al menos tres horitas nos pasamos en él, sin aburrirnos. En sus salas hay desde exposiciones con inventos del siglo XX hasta telares de tartanes y métodos para destilar wisky… de todo. En su azotea hay restaurante, donde un café solo cuesta la riñonada de 3 euros… y donde también hay unas vistas muy interesantes.

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Entre esas vistas está, casi a los pies el museo, “el pub de Bobby”, ubicado junto al perrillo de bronce del mismo nombre. Es una de las estatuas más famosas de la ciudad (es una fuente) y es un homenaje a la fidelidad que un perro casi adoptado por la ciudad tuvo hacia su amo. Su historia es tan bonita como triste, y he encontrado un blog que la cuenta de maravilla (la historia de Bobby por “sentado frente al mundo”).

Tras comer en casa aprovechamos el buen tiempo para pasear. Fuimos a un parque lleno de cisnes ubicado bajo “Athur’s Seat” (Holyrood park, al que se llega bajando toda la Royal Mile) y callejeamos hacia Calton Hill, donde los atardeceres son impresionantes.

En nuestro deambular terminamos haciendo una paradita en un pub de Easter Road. Ninguno de los cuatro que ibamos (mi prima y su amigo se apuntaron), nos habíamos sentido tan fuera de lugar. Lejos de la clientela de los pubs del centro, turistas y estudiantes, este era más de gente trabajadora a la que además no le gusta que invadan su lugar de ocio…. Aún así, los dueños fueron amables y como más allá de las miradas nadie reclamaba nuestra mesa (llegamos a pensar que igual estaba reservada a alguien), nos tomamos dos pintas cada uno. El pub se llama Middeltons.

Después vimos atardecer desde Calton Hill para seguir hacia la Royal Mile para participar en otra ruta guiada, esta vez tematizada en las historias de fantasmas y leyendas negras de la ciudad (que nos llevó incluso al interior de los muros del puente South Bridge donde murieron centenares de personas por la peste y los incendios).

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También visitamos un cementerio pequeñito que hay en Canongate. Y nuestro guía nos contó no sólo la historia del cerrajero ladrón, sino la de dos emigrantes irlandeses (Burke y Hare) que se ganaron la vida vendiendo cadáveres a la Facultad de Medicina. Primero el de un vecino de su hostal, y más tarde los que ellos mismos se encargaban de dejar sin vida… como para no inspirarse a escribir historias de terror. (Por cierto, la mayoría de rutas son en inglés pero las hay en castellano)

Pasado oscuro de Edimburgo

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Día 7. Hasta pronto, Edimburgo

Nuestro último día queríamos aprovecharlo para ir a la capilla Rosslyn, a las afueras de la ciudad, a la que se puede ir en autobús urbano, y que aparece en la peli del Código Da Vinci. También quisimos ir a Portobello, la “playa” de Edimburgo. Y a Cramond Village, el lugar donde la hierva casi lame al mar y donde solía ir de cuando en cuando mientras viví en la ciudad. Pero en vez de eso, nos perdimos por los recuerdos que nos quedaban más cerca del centro.

Así fuimos a Meadows, el parque en el que la gente se destapa en cuanto llega el calor. Vimos el edificio de mi antiguo apartamento, a cinco minutos del parque. Y buscamos en vano el antiguo hospital de Edimburgo que había también junto a él y en cuya cantina trabajé.

Continuamos andando a GrassMarquet, lugar donde no sé por qué creía que había nacido la leyenda de “Bloddy Mary”, que en realidad recuerda la de otra Mary Dickon. La plazoleta está llena de pubs y puede verse el lugar de las ejecuciones.

Subiendo la curvosa Victoria Street que parte de la plaza reencontramos un pub irlandes, el Finnegans, donde solía ver conciertos en directo (siguen haciéndolos), y terminamos en George Street (donde está el pub del elefante y la biblioteca nacional), que recorrimos en dirección a Bank Street para bajar a Princess bordeando los jardines.

Para culminar mi momento “remember”, cenamos con mi “flatmate”, Bonnie, la compañera de piso china que tuve entonces, y que terminó casada con escocés. Hoy vive en las afueras, en una casa unifamiliar, y habla un escocés que me costaba seguir! Fue estupendo volvernos a ver.

Y así terminó el día. Haciendo las maletas por la noche para descansar unas horitas antes de volver a casa, en un vuelo tempranísimo que nos obligó a coger el autobús de las cinco de la mañana al aeropuerto (usando el return ticket del principio).
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Aquí os dejo por último algunas fotos «antiguas» de Edimburgo y las Tierras Altas en invierno, por si os animáis a ir ahora…

De ruta por las highlandsNieve tras mi ventana

Gaiteros en Princess Street

Con mi hermano, y al fondo la noria de Princess

La procesión de antorchas del 29 de diciembreTras la procesión, entre los clanes

12 comentarios en “Escocia en una Semana

  1. Fantástico reportaje.Nosotros estamos pensando visitar Escocia a finales de septiembre y la primera semana de octubre. Sabeis si en esa época aún podemos encontrar mosquitos? Tengo reacciones alérgicas a estos insectos. Muchas gracias

  2. Hola Raquel, enhorabuena por tu completo e interesante blog. Tengo pensado ir a Escocia 1 semana a mediados de febrero, en esas fechas suele hacer muy mal tiempo?? no hablo de frío o lluvia que eso se salva , pero nieve, nieblas…que puedan dificultar una ruta en coche por la zona…

    Muchas gracias, un saludo

    1. Hola Ana! Pues hace frío (aunque este año está siendo mucho mejor que otros). En cuanto a la niebla, suele aparecer a primera hora hasta donde yo recuerdo de ese mes. Como tengo a mi hermano ahora viviendo allí le pregunto y te confirmo esta semana. Muchas gracias a ti por pasar por mi blog,
      Saludos

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