Pepitos, Miguelitos y un Molino de Albacete

Siempre he sentido cierta predilección por los bares de carretera, por las gasolineras en medio de la nada, hasta por los coloridos puticlubes que aparecen en medio de la estepa castellana. Creo que son auténticos nichos de historias… o al menos las despiertan al verlos pasar rápidos y fugaces.

Al repostar, la curiosidad me pica cuando intercambio un par de palabras con los empleados, a quienes también atribuyo vidas de lo más particulares por el hecho de ir a trabajar a diario hasta lugares que parecen soltados al azar. Algunos, cuando ya ha anochecido, dan para historias de miedo. Otros, más que relatos, infunden un sentimiento familiar.

Es el caso de uno a la altura de Albacete que siempre me alegro de ver. Se llama El Molino y es el más pintoresco que conozco. Sus aspas -inmóviles- se divisan cuando aún queda trecho de autovía para llegar a él. Una vez en su interior, llega el ritual. Continúa leyendo «Pepitos, Miguelitos y un Molino de Albacete»