No tengo valor, me digo una vez más al llegar a este lugar recóndito de la Sierra de Francia. Pero las ganas de perderme y empezar a vivir una vida entre chopos larguísimos, montañas pobladas y río donde refrescarse en las tardes de verano, las ganas -decía- no se me quitan a cada paso. Un año más llegamos para culminar las vacaciones, increíbles en el fabuloso Boston, y en menos de una hora me sentía como si hubiera llegado a casa. Y es que aunque antes de llegar piensas en todos los pueblos bonitos que hay para descubrir alrededor (Ciudad … Continúa leyendo Regreso a Montemayor del Río y visita a la bella Hervás
Castañas asadas. Es el sabor del otoño, del invierno, de Madrid con frío, de mi infancia. Tengo las castañas tejidas en la mente con recuerdos de mi abuelo, de mi madre y de mi hermano. El siempre fue un incansable asador de castañas. Ella jamás se ha podido resistir a comprar un cucurucho en cualquier puesto de calle. Y con Saúl disfruté de una memorable pirotecnia casera al querer imitar al abuelo metiendo en un horno un generoso puñado sin darles antes el corte… BOOOM, BOOOM, BOOOM… Hasta voló el paño que pusimos encima cuando las liberamos del aparato tronador.
Pese a todo, nunca he ido a recoger castañas. Una pena cuando parte de mis orígenes está en un castañar: el antaño Señorío de Montemayor del Río.
Dicen que no se puede entender esta tierra sin el castaño. Los Caminos del Paraíso (folleto del lugar) explica literalmente que «más que un árbol es un dios proveedor a quien se venera y cuida con mimo, fundamental en una dieta de supervivencia y base durante siglos de las principales industrias de la villa». Hoy, como comprobamos este verano, lo de la principal industria está aún vigente con 15 artesanos de cestería entre sus menos de 400 habitantes.
Pero el tiempo de castaños no era entonces, sino ahora. Los frutos están al alcance de la mano para ir a recogerlos al tiempo que uno se deja llevar por un paisaje que muda colores a diario.
el mirador de Chari. 😉
El día clave para ir a coger y asar castañas -que aquí llaman «Calbotes»- de forma grupal, es el de Todos los Santos. La víspera se visita el cementerio, para limpiarlo y ponerlo bien bonito, y el día 1 de noviembre para acudir el pueblo entero a poner flores a los seres queridos (tras la misa de rigor). Continúa leyendo «Tiempo de Castañas. Asar «Calbotes» en Montemayor»
Además de las casas rurales y el hostal, hay algún piso en el pueblo que se alquila para vacaciones. El nuestro era amplio, con tres alcobas de las de antes, de esas sin ventana o con una horizontal a ras del techo que da al salón. Estaba en la plaza del abrevadero donde antaño se llevaba al ganado. Desde su larga terraza se veía toda la sierra. Tras ella está Extremadura, el Valle del Jerte y la Vera, que dicen envían la Primavera a Montemayor del Ríocada año, correspondiendo éste con el otoño. También desde ella se veían los tejados, el cigüeñal y la casa “del reloj”, justo enfrente, invitando a inventarse historias a lo “la rue del Percebe” retocadas al tiempo medieval.
Desayuné el primer día disfrutando de esas vistas con mi madre y la luz rojiza del reciente amanecer. Zampamos unas rosquillas riquísimas que ella había comprado la víspera en la Bollería Nieves, regentada por dos mujeres campechanas y alegres. Muy recomendables también sus pastas, a años luz en su sabor de las que pueden comprarse en ningún otro lugar.
Nos quedamos pensativas pensando en que después de… ¿décadas? iban a ser las primeras vacaciones en familia. No dejaba de resultar extraño por el momento y por el lugar. Me relató lo ocurrido el día anterior a nuestra llegada.
Hay muchas formas de iniciar un viaje. Una es poniendo en el coche, a todo volumen, “Waiting on a sunny day”, de Bruce Springsteen. La energía positiva inunda el habitáculo y augura una travesía de lujo. Así partimos este verano hacia Montemayor del Río, antaño epicentro de un gran señorío, hoy es un pequeño paraíso perdido entre montañas de Salamanca y Extremadura.
Tras pasar Ávila y sus imponentes murallas uno sabe lo que va a encontrar: relax (without a «cup of café con leche» ;-)). Ver vacas y toros pastando bajo el sol desde el confortable fresquito del coche, deja la mente como en estado de meditación. Pero esa estampa poco tiene que ver con el tramo final. El ganado desaparece junto a los terrenos pelados y toman presencia alisos, chopos y castaños. Árboles altos, esbeltos y frondosos que emergen de forma brutal creando una cueva serpenteante sobre la carretera que llega a la Cruz y la Ermita, principio de Montemayor.