Recorriendo sus calles cruzas vallas verdes móviles que hay que cerrar tras pasar, pues hay ganado suelto. Está prohibido cortar plantas o flores, aunque abunden más que paredes o tejados. Los lunes y cada mediodía está cerrado este pueblo que una vez se llamó Granada, pero que quedó en su diminutivo “Granadilla” tras la reconquista de la bella ciudad de Al-Andalus por los Reyes Católicos.
Su acceso es libre (incluso para mascotas si no van sueltas), pero está prohibido el acceso al interior de las viviendas restauradas, pues su uso es para talleres de un proyecto educativo.
Y es que es éste un pueblo abandonado. Obligado a ser desalojado y expropiado allá en la época en que se hacían pantanos. Fue en 1955 cuando se decretó la expropiación de todo para construir el embalse de Gabriel y Galán, y no fue hasta después, cuando se dieron cuenta de que calcularon mal. El agua nunca llegó a hundir, literalmente, el pueblo, aunque lo empezó a conseguir el paso del tiempo.
Fue décadas después de la marcha, en 1980, cuando fue declarada Conjunto Monumental a través de un programa educativo que hace que cada semana 75 estudiantes de tres centros de toda España lo utilicen como recurso educativo singular. Desde entonces también los turistas podemos pasar a recorrerlo e imaginar cómo se vivía en la primera mitad del siglo XX, en el mundo rural.
Eso es lo que los chavales aprenden en esta villa de origen musulmán: artesanía, actividades agrícolas y ganaderas, convivencia y pautas para una vida saludable.
Nada más entrar, a la derecha, se encuentra el Castillo. Restaurado, es imponente y puede visitarse por dentro, así como sus torres y zonas más altas, que regalan unas vistas impresionantes de todo el pueblo, el embalse y alrededores.
Tras el castillo hay unos baños públicos, con fuente, y tras éstos, callejuelas empedradas en las que se suceden casas a medio construir, una iglesia abandonada, casas que hoy son cuadras o parcelas para guardar los caballos, cerdos, ovejas o toros.
En la plaza mayor, restaurada en su totalidad, puede verse la Casa de la Torre, la de las Conchas, un museo antiguo, el antiguo cuartel y el Ayuntamiento.
Por último, puede accederse a la zona más deteriorada del pueblo, que da acceso a las murallas de la villa. Desde ellas vuelven a tenerse unas vistas fabulosas incluso del castillo.
Tras recorrer el pueblo abandonado durante un par de horas llega el hambre y la hora de partir. En el exterior hay merenderos, y acceso hasta las orillas del embalse, pero ni un bar ni restaurante cercano. En su lugar uno puede acceder a algún pueblo cercano, como La Abadía, donde sí hay bares y una piscina natural, en el río, donde refrescarse de la visita.