Desde las 9.30 horas se puede visitar la abadía de Westmister. La entrada cuesta 20 libras (hay descuentos para jubilados y estudiantes) y merece la pena. La abadía es inmensa y con la entrada te facilitan dispositivos para escuchar en tu idioma las particularidades de cada estancia y cada tumba. Si la hora de visitas se ha terminado (a las 15:30), siempre se puede entrar a la hora del servicio de la tarde o del coro. En ese caso el acceso es gratuito siempre que hagas como que vas a rezar, pero no pueden tomarse fotografías ni andar para curiosear.
Nosotros entramos con el primer pase de la mañana y nos llevó más de una hora recorrer la abadía. De ella se puede destacar todo porque es impresionante (en parte me recordó a la catedral nueva de Salamanca). Tiene fabulosas columnas y amplios espacios, un órgano fabuloso, la zona de coros, una especie de altar reservado a ceremonias reales y tumbas. Un montón de tumbas por todas partes. Las más famosas son las de la reina Isabel I y su hermanastra, María «Reina de los escoceses», la tumba del soldado desconocido (llena de amapolas), y las de otros personajes que nada tienen que ver con monarquías: Isaac Newton, Darwin y Michael Faraday. Junto a estos monarcas y «caballeros» me llamó la atención un lugar llamado «el rincón de los poetas». Sin esperarlo te ves frente las lápidas de Lewis Carroll, Henry James o el rebelde Dylan Thomas.

Tras abandonar la abadía, recorrimos tranquilamente el parque que hay frente a ella, «Parlament Square», llena de estatuas de políticos internacionales que pasaron a la historia por su excepcionalidad como Gandi, Mandela, Abrahan Lincom, y algunos primeros ministros británicos, empezando por Churchill.
Caminamos hacia Trafalgar Square para continuar hacia el barrio del Soho, llegando a una de las zonas que más me gustó de la ciudad: la plaza Seven Dials y sus alrededores. Diseñada en el siglo XVII como punto de enlace de siete calles diferentes, la idea era desarrollar a partir de su epicentro edificios en los que cupiera el mayor número de residentes, de clase medio-alta, con el reclamo del «nuevo» mercado de Covent Garden construido a 500 metros. Pero la realidad fue otra. Mientras el mercado iba a mejor, Seven Dials se convirtió en el siglo XIX en uno de los peores barrios de Londres, descrito por Dickens como «la entrada de siete pasajes oscuros».
Como le pasó a Chueca o a Malasaña, actualmente es una de las zonas más bohemias y bulliciosas de la ciudad. Llena de tiendas de moda, de nuevos diseñadores, de cafés y locales de moda, teatros e incluso barberías exclusivas, lo más chulo es sin duda una pequeña plazoleta escondida, denominada Neal’s Yard, al que se accede por un callejón entre Short Gardens y la calle Monmouth. Es como entrar en el arco iris y en el mundo de lo «bio» por las tiendas y locales que puedes encontrar en él (muy interesante la tetería).
Dejamos los colores del callejón para proseguir marcha por el Soho. Pasamos junto a las oficinas de Google -también muy coloridas- y seguimos callejeando hasta llegar al British Museum. La entrada es gratuita y la verdad es que apenas tuvimos que esperar cola. Eso sí, dentro es inmenso.
No queríamos dedicar el resto del día al museo así que fuimos directamente a ver las zonas que más nos interesaban: Cultura egipcia, asiria y romana. La verdad es que impresiona con todo lo que está pasando en Siria ver los fabulosos frescos y estatuas que crearon sus antepasados y que hoy están destruyendo. Entre las piezas egipcias más famosas: la momia de una mujer joven llamada… Cleopatra.

Tras el museo, nos zampamos a la salida uno de los sándwiches que llevaba en el bolso y reposamos un poco en el pub The Plough, ubicado en la esquina de una de las calles que dan a la del museo. El pub es otro histórico de la ciudad, frecuentado por artistas y escritores antes de la guerra, que lo llamaban «el culo de bebé» quizá por estar pintado todo de rosa. En su fachada puede leerse que además el barrio era lugar de residencia de escritores como Virginia Woolf, Charles Dickens e incluso Charles Darwin, sin olvidar la primera residencia de JM Barrie, el creador de Peter Pan.

De ahí fuimos al conocido Covent Garden Market, también muy bullicioso y con tiendas en las que puedes encontrar literalmente de todo. Tras hacer unas fotos, continuamos una larga marcha hacia la iglesia de Sant Paul… aunque antes nos topamos con un montón de edificios singulares recorriendo la calle Strand, que de repente pasa a denominarse Fleet St.
Entre los edificios que hallamos en «la City», nombre con el que se conoce esta zona, estaban: Saint Mary-le-Strand Church, en medio de la calzada, los tribunales británicos, el antiguo edificio del Banco de Inglaterra, una oficina del Lloyds Bank en la que entramos porque parece que está como la abrieron hace siglos, y un pasadizo peatonal con la indicación «this way temple church» por el que nos metimos.
El resultado fue llegar a la iglesia construida por los caballeros templarios como su sede en Londres. Tuvimos suerte y estaba abierta, así que entramos a verla. El acceso es gratuito, pero te invitan a dejar un donativo de 5 libras que dejamos muy contentos, emocionados al encontrarnos en un templo del que nada conocíamos relacionado con las historias de los viejos caballeros.
En las paredes de la iglesia, redonda completamente al estilo de la Iglesia de Santo Sepulcro de Jerusalén, puede leerse su historia a través de paneles ilustrados. En el suelo están las tumbas de varios caballeros y, al fondo, bancos para los fieles dispuestos al modo de las iglesias protestantes, con sus biblias aguardando ser abiertas para el sermón. La iglesia está rodeada de edificios con nombres templarios, porque en realidad la orden compró todo el terreno para disponer en él residencias y dependencias para los monjes guerreros.
Tras la iglesia del Temple, regresamos a Fleet Street en dirección a la catedral de Sant Paul, topándonos de nuevo con otra sorpresa: la denominada «iglesia de los periodistas» de Londres. Su nombre real es St.Brides, pero el cartel haciendo mención a la profesión hizo imposible no entrar a ver cómo era.
Nos dio la bienvenida una encantadora jubilada que nos digo que entráramos, que era gratis, y tras ver como era por dentro -de lo más normal y corriente- nos indicó unas escaleras… Conducían al sótano de la iglesia y en él encontramos una increíble exposición sobre la historia del periodismo en la ciudad londinense.
Con el tiempo justo, y agotados, llegamos después a la catedral de Sant Paul. El horario para las visitas guiadas hacía tiempo que había terminado pero en su lugar pudimos entrar gratis a ver la iglesia ya que había coro infantil, que por otra parte, es lo que más nos gustó. Tras estar un rato escuchando, partimos para llegar al Museo de Londres antes del cierre.
No entiendo por qué no está más recomendada la visita a este museo. Éste se encuentra en el histórico barrio de Smithfield, donde aún pueden verse restos de la muralla romana y una de las iglesias más antiguas de la ciudad. Fuimos porque nos lo recomendó un amigo y realmente es una maravilla tanto para ir sólo, como en pareja o sobre todo con niños. El acceso también es gratuito y a través de sus estancias y plantas vas recorriendo la historia de Londres desde que era la antigua Londinium. Aquí os dejamos un vídeo sobre la visita para que os hagáis una idea.
Qué bonito el Museo de Londres!
En mi próxima visita a Londres intentaré echarle un vistazo 😉
Bonito reportaje.
Un saludo!