Se llama Dippy y fue una alegría volver a verlo. Es el larguísimo dinosaurio que da la bienvenida al visitante del fabuloso museo de Historia Natural de Londres desde hace más de un siglo. Aunque no es ni mucho menos la gran joya del museo, también lo es su edificio, que podría pasar por cualquier gran monumento religioso antes que como centro para los amantes de las ciencias naturales. La última vez que lo vi tenía 12 años y no recordaba tanto la magnificencia de su arquitectura como la gigantez del dinosaurio, que hoy día no me parece tan enorme. Aún así, sigue dejándo sin habla su presencia, a punto de ser desterrada a una sala cuando hace dos años intentaron poner en su lugar el colosal esqueleto de una ballena de un área contigua… intento frenado por una exitosa campaña en redes sociales.
La entrada al museo es gratuita pero suele haber cola ya que es habitual que antes pasen los grupos de estudiantes de todas las edades. Al igual que nos ocurrió en el British Museum, da gusto ver a los alumnos fijarse en los detalles que explican cada elemento para poder resolver los cuestionarios que los profesores les entregan a la entrada, o a los niños pintando lo que ven, haciendo su visita mucho más activa y productiva que las yo hacía con el cole.
Pare ver el museo de historia natural se necesita como mínimo una hora, aunque puede dedicarse más (en su interior puedes comer o tomar un tentempié). Aconsejo empezar por la zona de las aves y las plantas, para después acceder a la zona de la formación de la tierra y finalizar con los míticos dinosaurios.
La zona de la Tierra es también impresionante y para ir con niños es genial. Unas escaleras te conducen a lo que podría ser el interior de un volcán, que da a espacios donde explican la formación del planeta, sus movimientos, los terremotos (con simuladores incluidos), y una zona sobre la evolución del hombre.
Dejar la última sección para mamíferos y dinosaurios hace que te vayas sonriendo como un niño. Al igual en el museo de historia Natural de Viena, además de los restos óseos encontramos a estos hermosos animales revividos con unas reproducciones fabulosas.
Tras el museo aprovechamos para recorrer el barrio de South Kensington. Está lleno de museos que te quedas con ganas de ver, pero no hay timepo para todo. Caminamos por Exhiation road hasta Prince consort, donde está el Royal College of Music, y después por Albert Court llegamos al famoso Royal Albert Hall (el gran auditorio inaugurado en 1870 gracias, en parte, a financiarse alquilando sus asientos durante los siguientes siglos).
Frente a él está en el parque Kensington el monumento en recuerdo al consorte de la reina Victoria, el Albert Memorial. Siguiendo por el parque, a la izquierda, está Kensington Palace (que no vimos). Tomamos el camino hacia la derecha, para dirigirnos andando hacia los almacenes Harrod’s.
El paseo es largo pero agradable y la zona es segura, residencial. Por su parte, Harrod’s no impresiona a nadie que no sea fan de tiendas de lujo y grandes almacenes. Básicamente es como el Corte Inglés, pero en plan todo majestuoso. Pululamos un poco por su planta baja, y regresamos hacia «nuestro» barrio en metro, para despedirnos de Londres con unas buenas pintas.

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