En el puente de diciembre Jijona (Xixona) celebra desde hace 5 años su Fira de Nadal, que es una feria monográfica donde catar y comprar el dulce que ha hecho famosa a la población, el turrón. Un evento que recomendamos tras haberlo visitado este año por primera vez hace unos años.
Nuestra primera parada no fue la propia feria, sino una visita guiada a una exposición en la casa de Cultura que tuvimos que reservar previamente (TF Turismo 965613014 / 965610300). La muestra se llamaba La industria del turrón en la década de 1910. Emilio G.Mira. Era gratuita, los pases eran a las 11, 12:30 y 18 horas, los 3 días, y las guiaba un formidable narrador, el cronista de la villa, Bernardo Garrigós.

En ella se podían ver parte de los objetos donados o rescatados de las fábricas que cerraron en el centro del pueblo tras la crisis del petróleo de finales de los 80, aunque con un apartado especialmente dedicado a un señor llamado Emilio García. Las exposiciones van variando desde que empezaron a montarse con la feria hace tres años gracias a los miles de objetos que el Ayuntamiento guardó en su día para construir un museo del turrón, proyecto que al final montó la fábrica de El Lobo a las afueras de la población. (Para ver las novedades de este año podéis entrar en esta web donde también venden el turrón a domicilio).
En nuestra visita Bernardo inició la visita junto a paneles con fotografías de empleados de fábricas a comienzos del siglo XX. Recordó que aun se desconoce si el dulce es de tradición islámica o hebrea y que siempre se ha hecho con todo tipo de frutos secos y miel aunque hoy el típico es el de almendra (y en la feria de cacahuete).
Explicó las variedades según su elaboración y que ya en la Edad Media era pedido por nobles como María de Trastamara (tia de Isabel la Catolica) para celebraciones importantes como la fiesta montada en Valencia tras la toma de Granada.
Mientras se escucha la historia uno veía en las imágenes el reparto del trabajo entre hombres y mujeres. Ellas separaban los frutos y ellos movían el «boixet», la mezcla que pesaba casi 40 kilos.
Pese a ver tanta fábrica resulta que no fue hasta los 60 cuando la industria tuvo una producción importante que hizo regresar a los jijoneros que fueron en busca de faena en Madrid (construcción), Andalucía o a la Mancha (el campo).
La clave del «boom» del turrón la tuvo, curiosamente, Fidel Castro. Decidió regalar «una pastilla de turrón a cada cubano» para empezar de forma dulce aquella inspiradora revolución que terminó en dictadura interminable.
Pero fue antes, en 1914, cuando ya se comercializaba algo de turrón a Cuba naciendo con tal exportación el nombre de «La Jijonenca». Aún sin registrar, bajo el mismo vendían su turrón varias fábricas. Luego la «unión» se rompió y algunos registraron la marca que hoy existiendo.
En todo caso, en España el turrón no podía tener salida más que para Navidad. La culpa de eso la tenían los confiteros de mi «pueblo», Madrid, que no querían tener a los alicantinos todo el año vendiendo su género en la capital, por lo que pusieron unas determinadas semanas para que lo hicieran en diciembre. (Hoy la industria se ha reinventado y produce todo el año convirtiendo las pastillas en rico helado).
Por entonces, sin consejo regulador del turrón (que surgió en el 39 tras la guerra), para saber que era de Jijona había que ver la vestimenta del vendedor. Si llevaba el sombrero «de roeta» era auténtico, amén del escudo de la ciudad, que desde 1903 se permitió poner en las marcas de todas las fabricas.
En cuando a dónde lo vendían, lo hacían en puestos en la calle o en zaguanes o portales de las grandes ciudades, como Barcelona.

Tras contar estas y otras curiosidades entramos a la sala de Emilio García Mira. Entre los visitantes figuraba Elisa, descendiente de Emilio, que se emocionó al verlo todo expuesto con mimo.
A traves de los objetos de su abuelo conocimos a «Pepito el Almendrito» un pin de merchandising de los 50, los moldes de imprenta y la publicidad, así como cuánto costaban las cosas en los años 20.
En la misma sala también había mas fotografías antiguas. Destaca una de 300 mujeres en marcha por la calle. Eran trabajadoras de una fabrica de redecillas que estuvo, por aquella epoca, 8 meses en huelga.
Tras la visita por la fabrica nos perdimos por la feria para catar el genero del que acabábamos de conocer su historia.
Pero tampoco pudimos demorarnos mucho pues a las 13 horas nos apuntamos también a una visita guiada por Xixona (que la repiten a las 17 horas hasta el domingo). En este caso nos llevó una guía mucho menos experta e ilustrada en la historia local, pero ágil como una liebrecilla. Nos llevó a ritmo ligero en un pis pas hasta lo alto del castillo o lo que queda de él.
Por el camino hicimos una paradita en los restos de la isglesia de santa María, construida sobre una mezquita por orden de Jaime I tras vencer a los moros.
Despues llegamos a la torre Grossa, defensiva, era parte de un castillo que también fue clave en la guerra de sucesión. Un conflicto que a Jijona le brindó el título de ciudad, la exención del pago de impuestos y la flor de lis en su escudo por apoyar al vencedor Felipe V.
Pasamos también por otras callejuelas de un casco antiguo muy poco cuidado y terminamos en el «convento», donde se exponen fotografías, objetos y pinturas realizadas por residentes.
Y de vuelta a la feria, a seguir catando y comprando turrón, que para eso aquí venden el mejor del mundo… 😉

Un gran trabajo
Hola, este año e visitado la feria acompañado a personas que no la conocían. Le a gustado e hicimos compras pero me defraudó muchísimo ver tantos estans de muebles y ropa ..etc…articulos que no tenían nada que ver con la feria del turron y que otros años no estaban dichos puestos.
Un saludo