Quien quiera ver en Toledo la exposición El Greco: Arte y Oficio con motivo de la conmemoración del IV Centenario de la muerte del pintor, tiene de plazo hasta el 9 de diciembre, fecha en que será clausurada. Más que una muestra es una ruta que te permite descubrir al tiempo al artista y a Toledo, visitando diferentes edificios de la ciudad para ver sus obras. (Idóneo comprar la “pulsera turística” para poder acceder a ellos).
La “ruta» de El Greco está organizada por el 4º Centenario de la muerte del afamado cretense de nombre imposible (Domenico Theotocopulos) y contiene casi un centenar de obras llegadas de Alemania, Reino Unido, EEUU, México, República Checa y Suiza.
Antes de comenzarla, un breve resumen de la vida del artista: Llegó a Venecia de Creta con 26 años sin formación artística y se hizo discípulo de Tiziano y de Tintoretto entre otros. Viajó a Roma para aprender del mercado del arte. Vino a España con la intención de trabajar en El Escorial y, como segunda opción, en la Catedral de Toledo. En El Escorial le llegó la fama cuando Felipe II le encargó pintar el Martirio de San Mauricio, pero el trabajo no le duró mucho porque al monarca no le gustó nada la obra. Aquello movió al Greco probar suerte en Toledo, abriendo en 1585 su propio taller para dar salida comercial a retablos y pinturas devocionales para parroquias, conventos o particulares.
La ruta la comenzamos con algunas de esas pinturas en el Museo de la Santa Cruz.
Este museo se recorre en varias fases. La primera interpreta obras como la Santa Faz y El Expolio (encargado para la catedral); la segunda analiza los apóstoles y apostolados en una serie de 13 lienzos; la tercera, denominada “El Greco después del Greco”, muestra obras como “San Francisco en oración”, de Blas Muñoz, “La familia del Greco” de su hijo Jorge Manuel, o “La última cena” de Luis Tristán. Otra fase recrea a través de audiovisuales el arte y oficio del pintor. Y finalmente, en la denominada “De la mano del Greco”, se ven obras como La Inmaculada Concepción Oballe, La visión de San Francisco, San Pablo ( autorretrato), La anunciación… y variantes de los cuadros.
Llaman la atención sus figuras alargadas y los tonos oscuros, casi negros, sobre los que ensalzaba formas moldeadas sin contornos precisos y suaves azules, amarillos y verdes… La diferenciación ya marcaba el éxito y gracias a ello logró también la fama entre los cortesanos que le propició un aumento de la productividad de su taller y tener que recurrir a ayudantes como Francisco Preboste, Luis Tristán o su propio hijo Jorge Manuel. Éste, a la muerte de El Greco, acabó gran cantidad de obras pendientes. En vida era el artista quien daba el retoque final y les daba salida con su firma.
La siguiente parada fue la Mezquita del Cristo de la Cruz, que se considera la muestra más grande de arte Islámico de Toledo (que cuenta con diez mezquitas). Aquí destacan también los capiteles visigóticos y la cabecera románica-mudéjar del S. XII que recuerda la convivencia de distintas culturas en la ciudad. Para los más atrevidos, se puede acceder por una escalera lateral a sus torres y contemplar desde ellas la bella Toledo (son 132 escalones).
Aguarda en el siguiente edificio la obra más mítica de El Greco. En la iglesia de Santo Tomé espera al visitante El entierro del Conde de Orgaz.
La iglesia fue fundada después de la Reconquista por el rey Alfonso VII y reedificada en el XIV por Gonzalo Ruiz de Toledo, Señor de Orgaz, que transformó el antiguo alminar de la original mezquita en campanario de estilo mudéjar.
El cuadro impresiona por los contrastes entre lo celestial y lo terrenal, y contiene un detalle hacia su hijo, ya que aparece en el cuadro con un pañuelo que indica el año de su nacimiento…
En cuanto al verdadero Señor de Orgaz, su cuerpo no apareció hasta 2001, hallado en un sarcófago. En su testamento, como curiosidad, hacía una donación anual en dinero y especie para el sostenimiento de la iglesia y los pobres.
Tras un descanso para el almuerzo y comprar ricos mazapanes en la famosa tienda de Santo Tomé, la ruta prosigue con un paseo por la ciudad hasta Santa María la Blanca.
Santa María La Blanca fue originalmente una sinagoga de 1180 que funcionó durante 211 años. Es considerada como la Sinagoga Mayor de la judería toledana y fue transformada en iglesia en el siglo XV, una década antes de la expulsión de los judíos. Pese a su transformación, su cabecera al este sigue buscando Jerusalen…
La Cruz se impone después en el Monasterio San Juan de los Reyes, mandado construir por los Reyes Católicos en agradecimiento por su victoria en la batalla de Toro. Es un monumento dedicado a San Juan Evangelista, santo de la devoción de la reina Isabel (ahora tan de moda por la serie de televisión). Su planta es de una sola nave con capillas laterales cubierta por bóvedas de crucería muy complejas. La capilla mayor muestra un retablo del siglo XVI obra de Bigarry y del pintor Comontes.
Tiene un bello claustro a dos alturas y en la parte alta está la exposición permanente.
Aguarda la tercera religión en la siguiente parada: la Mezquita del Cristo de la Luz. Construida en 999 es un pequeño templo califaz transformado también en iglesia, rodeada de un bonito jardín y una amplia terraza con bellas vistas panorámicas de la ciudad. En la explanada norte de los jardines, en 2006, descubrieron restos romanos con parte de la original calzada.
Su nombre se remonta a una historia que narra que el caballo del Cid, en la entrada triunfal en Toledo del rey Alfonso VI tras la reconquista, se arrodilló para mostrar un Cristo que tras un tabique, alumbrado por una lámpara, había permanecido oculto durante siglos de la dominación musulmana. Una pequeña piedra blanca, embutida en la calzada de acceso, lo recuerda.
La última visita es el Hospital de Tavera. Fue el primer edificio totalmente clásico de Castilla, levantado para ser al tiempo hospital y panteón de su fundador, el Cardenal Juan Pardo Tavera. Dentro nos explicaron que es un ejemplo de la renovación arquitectónica impulsada por el círculo de humanistas que rodearon al Emperador Carlos V. En su interior está el cuadro El bautismo de Cristo donde nuevamente se ve clara la diferencia entre el cielo y la tierra, ese contraste de mundos que tanto le gustaba marcar al Greco (apreciable comparando las escenas que se ven en cada mitad de sus cuadros).
Para ir a la Web Oficial del Centenario: aquí