A Roma en Tren

Términi, Coliseum y la Fontana de Treviciudad eterna...

Teníamos un plan para la mañana de nuestro segundo día en Italia: Levantarnos tempranito para visitar Herculano y el Museo Arqueológico de Nápoles, donde los periódicos locales publicaban que habían hallado indicios de la existencia de fantasmas durante unos trabajos de rehabilitación (que también destaparon restos griegos). Pero no vimos ni lo uno ni lo otro. La paliza Vesubio-Pompeya nos dejó baldados, así que nos levantamos tranquilos a pegarnos un desayunazo de los que te dejan bien casi hasta la cena, recoger y emprender camino a la Ciudad Eterna.

Con tiempo en la Estación Central de Nápoles compramos algún souvenir y entramos en la oficina de turismo para comprobar, como pasó en sucesivas ocasiones (también la víspera en Pompeya) que la amabilidad brilla por ausencia entre el funcionariado italiano. Ni un “buenos días” ni un “May I help you”. Nada. Y nada que ayudara a quitarnos la percepción de que los napolitanos son bordes, creídos y te consideran un turista molesto, pese a que a diferencia de ellos tú si sabes para qué se sirve una papelera. Creemos que con tanto patrimonio, al tener asegurado el turismo, consideran innecesaria la educación. Ni qué decir de la simpatía.

Tren de Nápoles a Roma

En fin, que sin su ayuda subimos con suerte a nuestro tren. No hay nadie que te asegure que es el correcto menos los propios viajeros. El revisor no aparece hasta medio trayecto (y no le sienta nada bien ver pasajes comprados por Internet).

Nuestro tren era el Intercity 700. Salía a las 12.17 horas hacia Roma Termini, pero lo hizo con retraso de casi media hora (para aumentar nuestra incertidumbre).

Por fuera era sucio y viejo, como los de España de hace más de una década. En su interior los vagones de Primera Clase -compramos dos billetes en ella por 58 euros- estaban divididos en compartimentos. En ellos se enfrentaban de tres en tres los asientos, mulliditos, bajos, rellenos de goma espuma y tapizados con plástico de color azul azafato. El nuestro tenía aire acondicionado, pero tan bajo que llegamos a Roma con la pituitaria colmada del tufillo que emanaba de un turista americano que viajó con nosotros junto a su mujer. Los otros compañeros de viaje fueron una pija de unos 45 y una señora con un gato en una caja que nos explicó lo habitual de los retrasos y que en Roma los felinos están protegidos, como los perros, porque ante tanto abandono el Ayuntamiento opta por apadrinarlos.

Tras dos horas y pico de viaje llegamos a Roma. De la estación fuimos al hotel andando. Estaba a un kilómetro, pero lo doblamos al callejear por la Piazza di Santa Maria Maggiore y la de Vittorio Emanuele II. El hotel era “La locanda del manzoni”. Lo reservamos en un buscador con una de esas ofertas “a ciegas” que no sabes qué hotel es hasta que lo compras (3 noches, 150 euros). El hotel, pequeño y confortable, era limpio y la única pega que tenía era el desayuno (algo escaso, sobre todo porque cuando quedaba poca bollería la recepcionista, algo entrada en carnes, la retiraba sin reponerla…).  Tras dejar las cosas nos hicimos otros 2 kilómetros andando hasta el Coliseum

El Coliseum!!!

La visión del Coliseum nos dejó sin palabras y mudos del todo la cola infinita que había para entrar. La única forma de “colarse” era pagar un poco más para entrar con un grupo guiado. Lo hicimos y compramos sin esperar el pase al Coliseum, Palatino y Foro (por 12 euros, a utilizar en 24 horas), que con servicio de guía se incrementaba con otros 7 euros). En 10 minutos estábamos dentro con un grupo de españoles escuchando las interesantes explicaciones del lugar a través de unos aparatitos que hacían parecer como si fuéramos todos hablando por el móvil. El relato comenzó con Nerón, o mejor dicho, con quien le sucedió, Vespasiano. Para diferenciarse del pirómano malgastador decidió secar el lago artificial que Nerón ordenó hacer como parte de su megapalacio (la Domus Area), y construir ahí el  Coliseo, demostrando que él gastaba pensando en el bienestar del pueblo.

La Domus Area de Nerón
La Domus Area de Nerón, sobre cuyo lago artificial se construyó el Coliseo

El resultado fue una joya de la arquitectura civil con capacidad para 50.000 espectadores donde celebraban sus “juegos” los romanos. Al parecer empezaban de buena mañana con cazadores y animales exóticos traídos de territorios conquistados (leones, panteras, osos, leopardos y hasta rinocerontes). Luchaban dejando al público fascinado. Más cuantos más muertos. De ahí que les encantara que dejaran también en la arena a las bestias solas con criminales (o cristianos) desnudos y desarmados. El espectáculo de mediodía era precisamente para esos ajusticiamientos.  La tarde se reservaba a los gladiadores, los aguerridos esclavos y prisioneros de guerra que debían jugarse la vida para satisfacción de quienes se la habían quitado. Se calcula que allí murió entre medio y un millón de personas. Por cierto, lo del pulgar hacia arriba o hacia abajo para decidir si uno moría o vivía es falsa… desvelar vosotros cómo lo hacían.

Más júbilo cuantos más muertos... El Coliseum

Tras el Coliseum anduvimos hacia el foro de Trajano, donde está su célebre columna con escenas de las campañas que hizo este general hispano que llegó a emperador…

Por Roma... foro Trajano… Y paseamos hasta la Piazza Venezia, hasta la “máquina de escribir”, el monumento erigido a Vittorio Emanuele II después de la reunificación italiana. Dicen que para construirlo se trasladó parte del Palacio de Venecia, destruyendo una de las últimas plazas renacentistas de Roma.

Esquinas de Roma

Y seguimos por la Via del Corso, la calle principal del centro histórico de la ciudad. Es interesante mirar sus edificios, en cuyas esquinas pueden verse, como engarzados, escudos y altares.

Con la ayuda de un mapa llegamos a la famosísima Fontana di Trevi, el “Ganges” de los peniques. Estaba tan abarrotada la plaza que nos costó llegar al borde de la fuente para tirar nuestra monedita (aunque deberían ser tres). Se supone que quien la arroja vuelve. Por si acaso también pedimos otro deseo… Como me quedé con las ganas de saber cuánto dinero se tira a la fuente con tanto turista y en qué se utiliza, comentar que según la recopilación que Wikipedia hace de noticias de la BBC, se recogen unos 3.000 euros diarios que se usan para fines distintos, algunos solidarios. Ah! la moneda se tira con la mano derecha sobre hombro izquierdo:

Fontana de Trevi

Lo que restó del día: metro (1 euro billete sencillo), menús «Kebab» en un “Take Away» («Hawai” para el corrector de Word),  (5 euros/persona) y reponer energía para la jornada-maratón que nos esperaba.

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