Los perros siempre han sido bienvenidos en la antigua ciudad de Pompeya, tanto que vagabundean por ella felices y protegidos. Unafundación los alimenta y facilita a los turistas que lo deseen las gestiones para que adopten uno y se lo lleven a casa. Ellos fueron los únicos que nos dieron la bienvenida a la llegada del parque arqueológico más grande que hemos visto. Lo encontramos cerrado a cal y canto por “reunión del personal de seguridad”, que decidió de forma unilateral no abrir hasta casi las 12 horas. Tal contratiempo cabreó, con razón, a más de cien turistas y guías que llegaron de cruceros con el tiempo justo para llevarse el disgusto. Nosotros capeamos la situación montándonos en una de las primeras excursiones del día que partían al Vesubio.

Elegimos una compañía que transportaba a los turistas en autobuses que parecían hechos para el París-Dakar. Nos apeaban a las puertas de la base del volcán, dentro del parque natural, donde después nos recogían para dejar en el lugar de origen. No se si hubiera resultado más barato coger un taxi, pues hubo que añadir 5 euros más para entrar en el parque del Vesubio después de pagar 19 por cabeza sólo por el transporte. Pero poco importa eso cuando se llega a los pies del monte que lo destruyó todo. Al menos para quienes quedamos impactados con la historia de Pompeya desde que “vivimos” sus “últimos días” con la serie de televisión que los narró en los 80.
Del aparcamiento a la cima del cráter hay un kilómetro que hay que recorrer a pie por un caminillo de tierra y arena muy empinado. En pleno agosto fue un acierto subir a primerísima hora provistos de agua.
Desde arriba se contempla todo el valle, hay una virgen napolitana y es difícil no pensar “¿y va ahora y se enciende esto otra vez?” (Historia de cómo explotó en el 78 d.C).
Cuando regresamos a Pompeya paramos a comer antes de entrar pensando que dentro no habría donde hacerlo. Error. Uno no se espera lo que hay tras la verja: kilómetros cuadrados de la ciudad que llegó a tener hasta 25 mil habitantes, con tienda y cafetería. En todo caso, nuestro almuerzo mereció la pena porque nos tomamos la mejor pizza que he probado en uno de los locales que hay junto a la estación (donde vendían también Limoncello). Por lo rica que estaba la pizza y lo cachondo que era el camarero, les hicimos una foto para «inmortalizarlos» en el blog (que ya estaba en mente escribir).

Y al fin entramos en Pompeya poco después de las 14!! La entrada cuesta 11 euros, EN CASH!! (aunque en la tienda te dejan pagar con tarjeta, algo que no se entiende). La visita puede durar un día entero y aún te falta tiempo. Nosotros salimos cuando cerraban (19.30 horas, horario de verano), y no paramos ni un momento mientras estuvimos dentro recorriendo sus calles, metiéndonos en algunas casas, viendo a alguno de sus pétreos moradores…
A falta de guía, compramos en la tienda que hay al pasar la verja (donde si admiten tarjeta) un libro con dibujos que recrea, mediante la superposición de láminas, cómo fue lo que hoy resta de Pompeya. Con él nos guiamos y aprendimos algo sobre la historia de la ciudad. Como que fundada por los oscos en el VIII a.C, que en el año 62 sufrió un terremoto, y que los habitantes restauraban algún templo cuando les pilló la explosión del volcán que les enterró definitivamente bajo 6 metros de ceniza el 24 de agosto del año 79. Pero lo que más nos impactó fue comparar las recreaciones de cada lugar con sus restos. Descubrir quién habitó cada casa (“domus”), qué planes tenía en ella. Encontrar una urna de cristal y en su interior, la estatua gris de un hombre agonizando. Llegar a la casa del poeta Trágico, con su mosaico de Cave Canes (que reveló el aprecio a los perros de esta gente). Pasar por la casa de los Vetti, del Fauno, por la Tahona de Modesto donde se cocía pan (89 aparecieron en su interior carbonizados), y porqué no, parar frente al más céntrico burdel de los 25 que tenía Pompeya, “Lupanare” (que viene a significar “casa de lobas”). Hallazgo. Resulta que vulgarmente a las prostitutas las llamaban lobas, pues aullaban para atraer a sus clientes. (La palabra fina para puta era “meretriz”).
Muchas casas las pasamos sin pena ni gloria para poder verlo todo. Recorrimos por si acaso parte de la muralla que rodea la ciudad durante la última hora que estuvimos en el yacimiento, topándonos, por ejemplo, con el anfitetatro y huertos que estaban siendo cultivados.
Nos invitaron a irnos al cierre del parque con cierta prisa. Lo hicimos, no sin antes poner la pertinente reclamación por las horas de la mañana en que lo tuvieron cerrado y otras cosas. Fuera no quedaba un negocio abierto y en la estación apenas cinco personas esperaban el tren de regreso (que salía a cada hora). Reventados de andar luchamos por dos asientos para hacer los 45 minutos de trayecto hasta Nápoles.
Buenas, acabo de leer tu aventura en Pompeya, y quería preguntarte unas dudas, ya que yo voy a ir con mi novio en Julio. ¿Como fuisteis hasta Pompeya? excursión guiada¿? cuál? porque no sabemos si ir hasta allí por nuestra cuenta o contratar una excursión, pero el problema es que no sabemos donde y cuál es la mejor. Muchas gracias por tu ayuda.
Buenas Paz, nosotros a Pompeya fuimos desde Nápoles en tren, salen de la estación central de manera regular, la parada se llama pompei scavi. Fuimos directos a la excavación y compramos las entradas sin excursión ni nada (se paga en metálico). La visita es sencilla y con el plano resulta fácil moverte por ella. El último tren creo recordar que salía a las 19:00 hacia Nápoles, pero no recuerdo bien. Si quisierais ir al Vesubio, un poco más arriba de la excavación está la salida de los autobuses hacia el volcán, también prefieren el pago en metálico. Espero haberte ayudado y para cualquier cosa aquí nos tienes. Y gracias a ti por leernos