Almería y su Refugio para 24.000 Personas

refugio guerra civil almeria

Hubo un tiempo en que el subsuelo de Almería fue un gran refugio. Toda su población se volcó en construir una guarida donde todos cupieran, incluso los llegados de otras plazas tomadas por el ejército sublevado (como pasó tras la «desbandada de Málaga»). La guarida fue diseñada de forma magistral por su arquitecto municipal. Llegó a medir 4,5 kilómetros, tuvo 62 bocas de acceso y muchas galerías de ventilación. Hoy, un kilómetro y medio se puede visitar con guía. La cita hay que pedirla con antelación (al menos una semana antes… dos mejor) al teléfono 960268696. Merece la pena. Entre galerías de  hormigón «ciclopeo» te cuentan la historia de una ciudad que aguantó feroces embestidas hasta tres días antes del final de la guerra (abril de 1939). Nosotros visitamos el lugar tras amanecer por primera vez en Almería.

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Su aguante no fue fácil. Fue una de las ciudades más bombardeadas. 52 bombardeos y 754 proyectiles están contabilizados en una población que en los años 30 contaba con 50.000 habitantes. Algunos narran en primera persona sus recuerdos de entonces en un vídeo que se proyecta en la visita de forma habitual, pero que nosotros no vimos por estar el aparato como el baño, averiado. En todo caso, la guía fue estupenda y uno se hace a la idea de lo que debieron sentir aquellos vecinos en cuanto entra y se sienta en las bancadas de obra que, a uno y a otro lado de algunos pasillos, se suceden por el amplio refugio.

«Todo empezó en noviembre del 36.- relata la guía- con el crucero franquista Canarias bombardeando el depósito de gasolina que dejó sobre la ciudad una nube tóxica durante 7 días. Desde ese momento, el gobierno local empezó a pensar en qué idear para proteger a la ciudadanía». Para ello, el arquitecto municipal, Guillermo Langle Rubio, empezó a diseñar un refugio. Como la Administración es lenta hasta en las guerras, la Comisión Mixta de Refugios no se creó sin embargo hasta febrero del 37, tras otros cuantos bombardeos. Gracias a ella, al proyecto del técnico y al trabajo de 400 vecinos, para primavera del 38 estaba lista una guarida para 24.000 personas (otras 12.000 se iban a pueblos de la zona y otros podían resguardarse en la iglesia y en refugios privados). ¿He leído Privados? Por supuesto. Siempre ha habido clases y las familias «acomodadas» de la ciudad contaban con refugios particulares bajo sus edificios, incluido Guillermo. Unos cuantos tuvieron que prestar su uso «de paso» a la gente corriente.

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Gracias a Eusebio Álvaro, un médico ilustre de Almería, la enfermería del refugio puede verse de forma muy parecida a como fue. El galeno ha donado material médico de los años 30 para la musealización. Al verlo reparé en una jeringuilla metálica con su aguja reutilizable. Me quedé  mirándola viendo a través de ella a mi abuela Carmen. Quemando la aguja, introduciéndola en alcohol para su desinfección, colocandola y diciéndome: «Ya está cariño, date la vuelta y pon el culete que ni te vas a enterar». Y así era. Le mandé un beso fuerte.

Con 4.5 kilómetros de refugio era necesario disponer de muchas entradas. El arquitecto, que lo pensó desde el primer momento, enlazó el general con cerca de una veintena de refugios privados, convirtiéndolos en puertas de entrada -que no de salida. Explico: Durante el bombardeo, los dueños debían dejar paso a la gente de la calle para que accedieran al habitáculo general desde el suyo. Una vez lo habían ello, cerraban la reja que los enlazaba y no la volvían a abrir hasta el próximo bombardeo. La gente que había entrado, terminado el toque, habría de ponerse en la paciente cola de salida a través de los accesos públicos. «Bocas» que se ocultaron, curiosamente, bajo 43 quioscos. La idea de camuflarlas fue también del técnico, a fin de salvaguardar la gran obra para poder volver usarla en el futuro si fuera necesaria. Todavía  existen algunos de los quioscos originales citados (uno en la plaza Urrutia).

Kiosco almeríaEn el Refugio había normas, las básicas de protocolo para cualquier reunión: prohibido hablar de política, de religión y acudir con armas.

En aquellos refugios muchos perdieron la vida, pero no fue por las bombas, sino por los atascos en las entradas. Nunca fue bueno el pánico en momentos de emergencia. Ésta se anunciaba con un primer toque de sirena que alertaba del bombardeo. Al segundo toque, éste era inminente. Luego llegaban las llamadas «sirenas de la tranquilidad», dos toques seguidos que decían que todo había acabado…

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