En la Semana Santa de 1966 Benidorm acogió a unos 155.000 visitantes. Se alojaban en los 70 hoteles que por entonces estaban abiertos, así como en los apartamentos, chales y bungalows que crecían a un ritmo frenético. Entre aquellos visitantes llegó uno llamado Humerto Armas junto a un tal Bruno Rixen. El primero quería montar, en el paraíso vacacional de la clase media española, lo que inventó el otro en Norteamérica y que volvía loca a la clase pudiente: el “sky cable way”, el esquí acuático.
En poco tiempo, Armas logró poner en marcha su idea, abriendo el tercer cable-sky de Europa, aunque lo hizo de forma que lo pudieran practicar quienes no tenían barco: con un circuito, cerrado, de cables aéreos, que funcionaban con un motor eléctrico.
El negocio sigue hoy en marcha, casi 50 años después, y permite practicar el esquí acuático a 12 personas al mismo tiempo, y constituye la única escuela de cable-ski en el mar de toda España donde enseñan a esquiar, hacer wakeboard o wakeskate, monoesqui ó kneeboard. También hace competiciones (ojo, para todos, como demostró hace un par de años Don Humberto alzándose con la medalla de bronce en su categoría con casi 80 años).

Yo aún no lo he probado, pero cada vez que paso cerca, lo miro de reojo. ¿Me animo? Para el momentazo estoy buscando un gorro de goma con flores y bañador setentero. Luego, a comer al Peggy Sue´s.
Varios hijos de amigos se han apuntado este año a los cursos de cable sky y están encantados. Debe ser una experiencia chulísima. De momento, Juanito y yo haremos como tú….pensárnoslo jajaja 😉
BeSoOoo