No, no son pipas, pero como si lo fueran. Quienes vivan por la costa alicantina quizá no vean interesante dedicar unas líneas a «sus» cortezas de bacalao, pero qué quieren que les diga, antes de encontrarlas en Villajoyosa, jamás vi este «pica-pica» entre las chips y las olivas del aperitivo.
Su sabor es a mar, saladete -como ha de ser- y su textura, crujiente -como las patatas fritas. Al no haberlas descubierto ningún «Matutano» (es un invento español) estas «chips marinas» se compran en tiendas de salazones (en bolsitas de entre 2 y 1,50 euros). En las tiendas, además, uno puede catar lo que nunca pensó probar y descubrir historias sobre los oficios del mar. En Villajoyosa, quien mejor narra estas historias es Vicent, un señor que junto a su mujer, regenta Salazones Romá, uno de los puestos del Mercado de Abastos (feo y moderno edificio que parece una pared de entrenamiento de escalada…).
Según me explicó Vicent, las cortezas de bacalao vienen de la piel del citado pescado y en Villajoyosa, durante años, después de desalarlo y quitarle las escamas, las han utilizado para hacer arroces y para tomarlas con la «pericana». Sobre cómo surgió el invento, recuerda un dicho de la «época del hambre»: «Fritos, hasta un puñado de bastoncitos están buenos”. Me indica que hoy, el productor «que le tiene el punto cogido» es una fabrica de salazones de Orihuela, que es quien le provee el género. Actualmente, según añade, una importante marca de cerveza esta suministrando estas cortezas entre sus clientes en plan obsequio.
Por otra parte, en el mercado donde está el puesto de Salazones Romá se vende muy buen género de todo, por lo que merece la pena doblemente parar por ahí. Eso sí, quien pase por la panadería que vaya con tiempo. En ese puesto a uno le pueden narrar hasta lo que inspiró el diseño de sus barras.
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