Este es el día en el que no fuimos muy sociables que digamos. El barco, para quienes gusten las actividades grupales un pelín friquis, ofrece todo tipo de animaciones. A las 10.30 horas empieza un “Escondite”, llamado “Donde estás”, que nos perdimos porque recién desayunados preferimos ir a dormir otro rato. A las 11 horas nos perdimos también  “cuestión de narices”, algo que no sabemos en qué consistía, el Trivial de la Ruta y el taller de manualidades (no pudimos aprender a hacer cuencos con serpentinas….)

Así que sobre las 12, cuando salimos fuimos al fin, nos fuimos directos a la barra de los mojitos, de donde no nos despegamos hasta la comida. Tras ella, ni karaoke, ni torneo de ping pong, ni bailes brasileños, ni torneo de parchís. En el barco ponen unas películas bien majas que vimos tras una siesta en condiciones, para luego volver a los mojitos viendo una competición en la piscina entre hombres y mujeres que no terminamos de comprender, pero que hacía partirse de risa a los participantes.

Por la tarde pasamos del bingo. Yo fui a por un masaje que me dejó de lujo, lista para la cena.

Esta noche era especial y había que ponerse de picos largos, expresión que alguien me contó que viene de los picos que tenían los vestidos de putas del medievo. Guapetones,  fuimos a la cena que el capitán Knut ofrecía junto al resto de oficiales superiores y jefes de departamento. Antes de iniciarla, ofrecían fotos con el capitán previo pago. Nosotros no pagamos pero nos hicimos igualmente la foto al entrarle en noruego, su idioma natal, y que no parecía hablar nadie más del barco.

Un apunte, importante, este era el último día para reservar la excursión a Rodas y nosotros, a posta, no lo hicimos. Acertaríamos… En todo caso, la siguiente parada sería otra, Santorini, y esa sí que hay que reservarla porque el barco te deja en la punta opuesta de la civilización de la isla.