Siempre me gustó la prehistoria. No sé si porque se estudiaba al inicio del curso, cuando aún las ganas de empezarlo estaban al 100%, o por «Ayla y el Clan del Oso Cavernario«, un libro que leí hace mil años y que me encantó. El caso es que me emocionan los restos de aquellas civilizaciones que apenas si podían llamarse como tal. En Almería descubrimos todo un poblado de aquella época, en concreto del Neolítico. Se llama Millares, y aunque algunos de sus objetos se ven en el museo arqueológico, merece la pena la visita al yacimiento, enorme, y descubierto por casualidad cuando se trabajaba en la vía del tren.
Millares está a unos 15 minutos en coche de Almería. Es fácil llegar pero si uno se pasa, siempre está José Antonio, el funcionario del lugar, para aguardar en la carretera -móvil en mano- a los turistas. Su teléfono: 677903404 (ojo, lo pongo porque también lo difunde la página de Andalucía Turismo).
El gran yacimiento se debe a que el lugar fue la cuna de la metalurgia del cobre en el suroeste de la península ibérica en aquella época. El poblado está en lo alto de una meseta desde la que se divisa el cauce de un río ya casi inexistente que una vez fue navegable. Al parecer, quien vivió en el lugar era una sociedad agroganadera. Su dieta se basaba en cebada, productos lácteos, y en un porcentaje menor al 3% en trigo, carne y legumbre. Así llegaban a los 40 o a los 60 años. Sus herramientas estaban hechas de piedra y cobre, y más tarde también en esparto. Sus familias podían llegar a tener hasta cien miembros.
Hay una zona en la que se recrean como eran las casas y las murallas cuando el poblado tenía vida. Gracias a ello puedes imaginarte con facilidad escenas cotidianas de sus habitantes y sentarte en sus casas para sentir lo que sentían. Eso sí, tampoco es cuestión de alargarse, que a la dos de la tarde cierran.
A esa hora, nosotros dejamos el Neolítico para ir en busca del Far West almeriense…
Hay varios parques que recrean pueblos del oeste por el desierto de Tabernes. Optamos por Fort Bravo, que aun caro (17,9 euros adulto), es una chulada. Se construyó en los 70 para los spaguetti-western de Sergio Leone pero también muchos otros han rodado en él. La última peli, «800 balas«. El sitio tiene una zona mexicana, la típica ciudad del Oeste, una zona con tiendas de indios americanos, cabañas para quien quiera pasar la noche… de todo.
Pero además tienen un equipo de «Vaqueros» que organiza espectáculos a los turistas imitando disputas y robos, como otro de bailarinas emulan a las que daban botes con el «can-can» en el típico saloon. Los espectáculos creo gustan por igual a mayores y pequeños (a cada uno a su manera).
Después de ver el primer espectáculo casi al llegar, en el que nos cayó un chaparrón de aúpa, fuimos a comer a la cantina. Se trata de un amplísimo comedor donde sirven unos menús modestos pero sabrosos.
El comedor está decorado con carteles de películas rodadas en el lugar, así como fotografías de los rodajes, actores y gente… Entre los rostros me topé con una sorpresa personal. Pelirroja y con un top ochentero de lo más… Anni, alguien del pasado a quien me hizo muchísima gracia ver de nuevo -más de esa guisa. Por si algún día lee esto, la mando un abrazo. Tras el reencuentro fotográfico echamos mano del paseíllo en el carromato con un simpaticón vaquero bajito.
Pululamos por las tiendas de los indios, por el «poblado mexicano», por el fuerte (para mi lo mejor, es idéntico al que teníamos mi hermano y yo) y despedimos felices nuestro viaje a Almería con esa estampa.
Nos pasamos hace años una tarde entera en Los Millares, disfruté dejando volar la imaginación a aquellos tiempos en los que ese territorio fue aquella maravillosa cultura íbera y su relación con mis admirados pobladores de Tartessos.