Hubo un tiempo en que la noche era sinónimo de amanecer, de risas, de amigos. Hoy la noche es invierno pese a estar en un lugar donde siempre lleva alguien sandalias. Es invierno porque al caer el sol, la gente se va a casa, se esconde… No deja de tener su gracia teniendo en cuenta que vine huyendo del invierno, del «mørketid», de la «estación oscura».
Disfrutando de un anochecer en la playa vuelven sin embargo los mejores recuerdos de aquella negrura literal y, aunque no me mudaría, mañana mismo volaría hacia Longyearbyen para ver, una vez más, una aurora boreal.
Longyearbyen (Svalbard) empieza a transformarse en noche en octubre. Abandona un septiembre de «grupos de incentivos» donde ves a 60 jubilados borrachos en el hotel a base de coñac y se abre la veda de las vacaciones para los de casa. Para los que parten a lugares cálidos como España, Malasia o Tailandia, mientras pocos aprovechan para llegar donde la luz dice adiós hasta febrero.
Esa minoría vuela hasta el Ártico para ser testigo de un estilo de vida particular en donde, contrariamente al sur, en el invierno se dispara la vida social. El encanto del azabache perpetuo y las lucecitas de los hogares puede ser tan demoledor que hay que apaciguar la tristeza con reuniones, bailes, amabilidad y camaradería.
En este periodo incluso se abre la piscina «municipal». Fue ahí, saliendo de ella, cuando vi mi primera aurora boreal.
Llevaba el pelo aún mojado y la cabeza tapada por un gran gorro. Sin mirar donde pisaba, marchaba estupefacta mirando las estalactitas en las que se habían convertido mis mechones al aire cuando por algo paré y miré al cielo. Sobre mí se esparcía una gran mancha blanca y amarillenta, como un bote de nata fluorescente derramada por el cielo más negro del mundo.
Cuando recuperé el aliento corrí a por la cámara pero no pude inmortalizar el momento. También se quedó eclipsada, bloqueada, haciendo que sólo la recuerde en mi mente cuando cierro fuerte los ojos, cuando vuelvo mi mundo oscuro y vuelo a buscar una aurora boreal al Mørketid.
(Video de Torgeir Prytz)
Fantástico; en vivo tiene que ser espectacular.
Me sorprende tu descripción de lo animadas que son las veladas en aquel lejano norte, siempre había imaginado lo contrario. Saludos.
Cuando llega la oscuridad todo es tan triste que no queda otra que hacer por alegrarse. Por eso siempre surgen planes para ir al bar, la pizzería u otro recinto cerrado. Aún así, al menos durante un mes de oscuridad se marchan de vacaciones.
Saludos poeta!
Cuenta pendiente: ver una aurora boreal. Me fascino viendo videos en Youtube 😀
Te cuento que viajé en solitario por Europa durante 4 meses. Ahora escribo algunas anécdotas en mi blog. Te invito a conocerlo: http://elchuecodeviaje.wordpress.com
Abrazo! 😀
Muchas gracias! Ya me he puesto a seguir tus pasos 😉
Gracias Raquel! Nos vamos leyendo, saludos!!